Mi voluntariado en Guatemala
Tras casi un año de voluntariado en África, decidí regresar a tierras más latinas, ricas de cultura y cargadas de historia. Sí, volver a esas tierras saturadas de sol, salpicadas de mil coloridos, de paisajes pintorescos e insólitos, reanudar con la entrañable tradición de acogida de sus gentes, tan sumamente cálidas y fraternas. Sin embargo, este año he optado preferentemente por Centroamérica que, para ser sincero, desconozco bastante más que Suramérica donde tomé parte activa en proyectos humanitarios hace varios años.
El viaje empieza precisamente en México donde pasé un mes de vacaciones antes de dirigirme sin prisa, pausada y tranquilamente, al lugar de mi próximo proyecto: Santiago Atitlán, Guatemala. Una aldea Tz’utujil poblada de pescadores y artesanos ubicada a las orillas del Lago Atitlán (considerado por el NYT magazine como el segundo lago más bello del mundo, y créanme, ¡esto dista mucho de ser una tomadura de pelo!). Se asienta en una sierra volcánica majestuosa. ¡Me faltan las palabras para describir tal esplendor! Nada más que el viaje desde la frontera mexicana hasta el centro de Guatemala que despliega gradualmente paisajes espectaculares merece ampliamente la pena. Un recorrido en autobús que multiplica panoramas improbables, perspectivas desquiciadas, zigzaguea alrededor de las montañas y se hunde súbitamente a 1 500 metros de altitud hacia el Lago Atitlán. ¡Extraordinario!
Después de cruzar el lago en lancha para llegar a Santiago, me sumerjo totalmente en mi nuevo universo, la familia de Lolita y Chonita. Y qué alegría de vivir dentro de una familia sencilla y solidaria. Siempre tienen un detalle, un gesto, una sonrisa para que uno se sienta como en casa. De mentes abiertas e proclives al buen humor, sus miembros contribuyen “ferozmente” a la calidad de nuestra estancia. Una casa en la que otros voluntarios internacionales (principalmente llegados de Europa y América del Norte) se descubren y conviven. Un terreno de encuentro que da lugar a eventos profesionales adicionales (excursiones, veladas, eventos deportivos…). En resumen, sólo felicidad. ¡Pura Vida!
A continuación, el proyecto en sí. La inserción en las escuelas públicas de la región, en colaboración con el Ministerio de Educación nacional. Un proyecto bien establecido al que sólo le falta el aporte de nuestras energías y conocimientos. Obviamente, aquí somos los bienvenidos y más aún, pero el objetivo es adaptarse principalmente al modelo local y luego compartir nuestros conocimientos y culturas distintas. La recepción de todo el personal educativo, nos hace entender muy rápidamente la alegría que experimentan al recibirnos. La del alumnado también está a la altura de nuestras expectativas. Conscientes del privilegio que significa para ellos recibir a profesores y profesoras del extranjero, y ansiosos por conseguir docentes de este tipo, se implican mucho en sus tareas escolares. Aplicados, sedientos de saber, perspicaces, respetuosos, sonrientes y divertidos, los alumnos contribuyen potentemente a nuestra participación e inserción locales, también a nuestro bienestar y vitalidad al impartir clases durante nuestra instancia. O cómo descubrir el placer de enseñar, de compartir conocimientos. Sí, digo “compartir”, porque, sin lugar a dudas, recibimos a menudo mucho más de lo que les podemos ofrecer.
Una experiencia de voluntariado que vive al ritmo dulce del lago y sus tradiciones ancestrales. Un intercambio cultural que no carece de sentido, al contrario, porque durante toda la duración de nuestra estancia, somos parte integral de la comunidad, de ese pueblo tan peculiar con hábitos y lenguaje únicos.
A parte de esta experiencia excepcional, la ONG One, Two… Tree nos ofrece cada semana un fin de semana largo de 3 días (¡los viernes son días no laborables!). Una oportunidad perfecta para visitar Antigua, considerada como una de las más hermosas ciudades coloniales de América Latina, el volcán Acatenango (¡y sus cumbres majestuosas!), Cuidad de Guatemala (la capital)… o simplemente otras orillas del lago… En pocas palabras, entenderán rápidamente que hay mucho que hacer en la región, en los días laborables como en los días de ocio. Aquí es imposible aburrirse.
Eric Ferrante